AMIGOS IMAGINARIOS

 "Es alto, fuerte, con una amplia sonrisa y suele vestir ropa informal. Tiene los ojos verdes y una barba muy corta". 

Ella lo define así. 

Afirma que habla con él en diversas ocasiones. Que lo ha visto por las tardes en casa o en las escaleras y que siempre le dedica una sonrisa y le llama por su nombre.

Que cuando lo ve en casa le habla en un tono muy suave y mientras se despide le cierra la puerta de la habitación mientras le dice que no salga hasta acabar todos los deberes y ver la serie que le gusta en la tablet.

Pero es que mi hija ha cambiado de amigos imaginarios tantas veces. 

Cuando era más pequeña eran personajes de ficción pero luego recurrió a personalizarlos y a hacerlos reales. De los gnomos y de las hadas de los cuentos pasó a describirlos como verdaderos seres reales. 

Y así ha tenido esbeltos deportistas que le hablaban cuando acompañaba a su madre al gimnasio. Afirma haber hablado con vecinos del edificio con los que yo no he cruzado nunca ni una palabra y con los que resulta imposible coincidir. Incluso dice que el tutor de su primera clase de E. Infantil también visitó la casa en multitud de ocasiones... Todos acababan por cerrarle la puerta y pedirle que no saliera de su habitación. Y ella, siempre obediente, cumple el trato.

Pero hoy me he preocupado un poco. Salí temprano del trabajo y me he cruzado en el ascensor con una persona que encajaba perfectamente en la definición de mi hija. Ropa informal, ojos verdes, barba incipiente y un saludo afectuoso regalado con una amplia sonrisa. 

Al llegar a casa me he dirigido a la habitación de la niña y le he preguntado por él. Me ha dicho, sin inmutarse, que hoy también estuvo en casa mientras volvía a observar la serie de dibujos que tenía en la pantalla.

Preocupado me he dirigido a la habitación. Mi mujer, desnuda y en la cama, se ha sorprendido al verme. Supongo que ha notada mi cara desencajada.

No se ha atrevido a preguntarme nada. Yo simplemente le he dicho que deberíamos llevar de nuevo a la niña al psicólogo. Que ya es demasiado mayor para seguir pensando que existen los amigos imaginarios.

Ella ha suspirado... como de alivio... y me ha contestado que no me agobie. Que forma parte del crecimiento y de la construcción de la propia personalidad.

Menos mal que ella sabe entender las cosas.

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