SIEMPRE CERCA
Eramos jóvenes y estábamos hechos el uno para el otro. Era imposible que no nos enamorásemos. Sucedió, como acontecen estas cosas, de forma mágica, maravillosa, y nos juramos amor eterno.
Cumplimos con todo el "set" del amor. Intercambiamos camisetas; llegamos a tatuarnos en el brazo alfa y omega como símbolo del comienzo y el fin de la vida a través de nuestro sentimiento; grabamos en un árbol un corazón con nuestras iniciales; nos pusimos apodos cariñosos el uno al otro; el día de San Valentín la casa que compartíamos estallaba de globos rojos, flores y bombones; y hasta encargamos unos muñecos con nuestra cara que nos intercambiamos para que compartiesen con nosotros las noches en las que no podíamos dormir juntos.
Fueron unos años hermosos, llenos de dicha... pero la vida languidece y con ella vamos descubriendo que el amor, habitualmente, tampoco es infinito.
Un día, como suceden los amaneceres, ella me planteó separarnos.Ya hacía tiempo que no compartíamos casi nada. Era una despedida anunciada.
Siempre hemos sido muy razonables y evitamos, en consecuencia, hacer un drama de lo que era un hecho consecuente con lo que era evidente. Empaquetamos nuestras cosas en cajas y cada uno escogió un destino distinto.
Un día me llamaste para devolverme el muñeco que me identificaba, aquel que habíamos encargado con nuestra cara y aquella frase: "siempre me sentirás cerca". Me preguntaste que había hecho yo con el tuyo. Te aseguré que lo había tirado a un contenedor.
Ha pasado un año. Te he encontrado en el Centro de Salud donde me han destinado a realizar una sustitución. Tenías muy mala cara y te quejabas de un fuerte dolor en el pecho y en la cadera. Te he deseado una pronta mejoría y he insistido en la necesidad de cuidarse. Hemos sido fríos el uno con el otro. Parece que no queda nada de lo que fuimos y de lo que sentimos.
Al llegar a casa, mientras me preparaba un revuelto de champiñones, he quitado los alfileres que estaban clavados en el pecho y la cadera de tu muñeco. Hoy te dejaré descansar... los calmantes que te han recetado deben hacerte mejorar pues en caso contrario perderás toda la fe en la medicina. Y no podemos perder la fe en todo. Yo la mantengo gracias al Vudú.
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