UNA CITA
Llevaban media vida haciendo lo mismo.
Desde aquel tres de diciembre en que todo comenzó a suceder.
Cuarenta años de ternura, de pasión, de entrega callada. Y siempre, al iniciarse el último mes del año, celebraban juntos aquel mágico momento que cambió sus vidas.
Y este año era especial. Cuarenta años no es asunto baladí.
Ella se arregló como nunca y acudió a la peluquería a teñirse para que las canas que ya preñaban su melena no se notasen.
Se hizo la manicura. Se maquilló. Se perfumó. Incluso se calzó aquellos zapatos de tacón que tanto le gustaban y se ciñó, no sin dificultad, el vestido negro que tanto le agradaba.
Compró el jamón de bellota que le apasionaba, no faltó el vino... ni tan siquiera la botella de Macallan State Reserve. Sabía que no le sentaba bien el alcohol pero un día es un día. Todo estaba listo para la celebración. Sería una cita inolvidable para recordar una fecha maravillosa.
Un único detalle faltaba... limpiar la lápida de los cientos de hojas que el otoño había volcado con crudeza.
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