LAS TARDES SON MÍAS
Ya me parece tarde pero poco más es que mediodía pues el sol brilla, pleno y poderoso, dibujando sombras cortas sobre los árboles.
Lo oigo venir. Reconozco sus pasos. El cuerpo se me estremece y el corazón se me agita y acelera. Nos saludamos efusivamente, nos miramos de forma cómplice... me acaricia y mi alegría, desbordada, le inunda hasta hacerle sonreír.
¡Cuánto le echaba de menos! Salimos juntos a pasear mientras la tarde nos acompaña. Entre sus silencios y mis rumores el tiempo vuela como si nos robasen los momentos vividos y cuando regresamos ya la noche ha tendido su manto.
Nuevos mimos apurados y llenos de ternura preceden a una rápida despedida.
Debe volver a casa con su mujer. Ella, en realidad, es la protagonista. Aunque sé que le dirá que hoy tampoco saldrá a cenar pues está muy cansado.
La tarde ha sido mía. Solamente mía.
Le oigo cerrar la puerta y lanzo un último ladrido de profunda estima.
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