TIQUIS MIQUIS

 Siempre ha tenido un montón de reparos. Recuerdo la primera vez que salimos e intenté cogerle la mano. Y luego,con la casa, es especialmente escrupulosa. Una maniática. Todo debe estar perfecto.

Si los cubiertos deben colocarse de una forma determinada. Que si el embozo de la cama debe ser aproximadamente de 20 centímetros; que si la tapa del retrete debe quedar siempre bajada; que si la alfombra nunca debe tocar la parte baja del sillón.

Y no digo ya para otras cosas. En suma, una tiquis miquis. Qué siempre me ha echado en cara mi dejadez y desidia.

Y ahora se está volviendo aun más recelosa. Y no para de agitarse y desesperarse y repetir que no entiende que está pasando. Que alguien le está trastornando.

Es cierto que en ocasiones cambio los cojines de sitio. O que desajusto el edredón. Y que no doblo el mantel por la mitad... Es cierto que dejo, por momentos, las puertas abiertas o tiro del papel higiénico hasta que llega hasta el suelo...

Pero no es para desesperarse de esa manera. Y menos para querer abandonar la casa en la que llevamos viviendo tantos años.

Prometo que intentaré corregirme. 

Pero tengo que reconocerle que ni tan siquiera la muerte me ha cambiado en mi  indolencia con las cosas de la casa.

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