SUPERPODERES
Fue el abuelo, en una de aquellas tardes de otoño en las que tanto me aburría, el que me contó la verdad. Él fue quién me explicó lo de los superpoderes ocultos.
Yo al principio pensé que era otra de sus bromas. Tenía un sutil sentido de la ironía y, en ocasiones, sólo él entendía aquellos comentarios.
Debió de fijarse en que no lo creía y fue entonces cuando lo hizo. Recuerdo que estábamos sentados en el porche de casa; él tomando su café con gotas y yo garabateando en mi cuaderno de dibujos sin saber que hacer y viendo pasar la tarde gris y apagada.
Fue en ese momento. Cogió mi cara por el mentón, me miró y lo dijo: "A volar".
Y los dos aparecimos súbitamente, en un plis plas, sobre la copa del camelio que ya comenzaba a brotar anticipando el invierno próximo.
Y de allí, con la boca abierta y los ojos desorbitados, me trasladó hasta el campanario de la iglesia de San Salvador. Y, en un periquete, estábamos encima del tejado de la vieja casa abandonada donde estuvo hace años aquella carpintería.
Cuando volvimos al porche, todo en un santiamén, no fui capaz de articular palabra.
Sonriendo ante mi profunda admiración, mientras lo observaba absorto, me explicó que ese era el superpoder que ahora tenía, ya que los humanos no pueden poseer varios a la vez, pero que había evolucionado por otros muchos y a todos les había encontrado algún defecto.
Había sido invisible pero lo abandonó un día en que se quedo dormido en el campo, apoyado en un árbol, y se despertó mientras era orinado por un excursionista.
También tuvo el poder de la telequinesis. Movía objetos con la mente, trasladaba cualquier cosa simplemente concentrándose y observándola fijamente. Pero se volvió cómodo, comenzó a engordar y el médico le dijo que debería hacer más ejercicio físico y por ello lo abandonó aunque, ciertamente, aquel poder era de lo más descansado.
Uso entonces la Cronoquinesia, la posibilidad de viajar en el tiempo de diferentes formas pero sin poder manipularlo a conveniencia. Afirmaba que le permitió saber mucho de Historia y conocer muchos lugares pero que una vez se vió envuelto en un Juicio de algo que él llamo, Santa Inquisición, y que debían ser muy brutos, y cogió tanto miedo que nunca más deseó volver al pasado.
Sucedió que entonces la apareció la posibilidad de comunicarse con los muertos. Hablar con los difuntos y el más allá al principio fue agradable, pero me dijo que tantas visitas llegó a recibir de almas fallecidas -que suelen acompañarse con aire helado- que estaba todos los días costipado y que además poco tenían que contar pues el Otro Mundo parecía que era algo aburrido.
Antes de poder volar, gozó de la telepatía. Apenas unas semanas. Fue el que más le desagradó. En seguida, se daba cuenta que todo el mundo podía recibir la información que el tenía en su mente. Y hay cosas que es mejor que no se sepan.
-Ahora, confío en que pueda cambiar mi actual poder por el de Visión de Rayos-X, poder de ver a través de las cosas.- y mientras me sonreía, me hizo prometer que nada de esto se podía contar.
Ha pasado un año y no he vuelto a ver volar al abuelo. De hecho, su estado de salud ha empeorado. Apenas se mueve, le cuesta comer y tiene serias dificultades para hacer las cosas más básicas.
Me da pena verlo así, especialmente por no poder alcanzar ese superpoder que tanto deseaba.
Mis padres, incapaces de atenderlo, lo han internado en una Residencia. Lleva ya allí tres semanas. Nos dijeron que los primeros 15 días no deberíamos de ir a visitarlo para facilitar su integración en el Centro.
Hoy voy a ir hasta allí. Quiero darle una sorpresa aunque tengo miedo a verlo mal.
Mientras mis padres están en la recepción hablando con el director y con el Jefe Médico yo me acerco a su habitación. Es la 14. Veo a una joven de bata blanca con una jeringuilla y al abuelo sentado en una silla de ruedas con la mirada fija en el ancho trasero de la enfermera mientras sonríe de forma voluptuosa y lasciva.
Yo también sonrío. El abuelo lo ha conseguido. Vista de Rayos-X.
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